martes, 17 de abril de 2018

Amore fugace día 7 - Monica Monsalve

Día 7:  A 2400 MSNM

Ya te has ido, y se empieza a sentir la soledad galopando en mis pensamientos...
Hoy he divagado en medio de mis dudas y temores, pensé si tu corazón late con misma intensidad que mi corazón, o si cada vez que me llamas por mi nombre, dejo de ser tu amor... o dudas de si lo soy...
Hoy recordé aquel único día que nuestro encuentro se dio bajo la luz del sol... la magia de la noche se mudó al atardecer y en un viaje de metro, cruzamos nuestras miradas una vez más... tus ojos eran más claros, como un rayito de luz que se asoma por las puertas del espíritu, dejándolo enmudecido... sentí tu mano protegerme y llevarme como a niños saltando de vagón en vagón, pero esta vez en pequeños cubitos que colgaban en el aire, sobre las calles de una aldea llena de alegría, con las risas de los niños que se escuchaban a lo lejos, y a través del cristal, entendimos que la felicidad está en esas pequeñas cosas que no se compran, que la felicidad está en lo más grande que reside en nuestro ser... está en el verdadero amor, y que eso era todo lo que teníamos en ese mismo instante...
Colgaditos y tomados de la mano, unidos por una sola mirada fuimos observando los arboles perdiéndose entre la niebla, mientras ascendimos a los 2400 msnm, que tanto nos cuestionamos... al llegar, hambrientos y curiosos, probamos de cada tiendita en la plaza y una flor deshidratada en medio de un pequeño cristal, fue el regalo más valioso, que, sin darte cuenta, me entregaste...
Al descender de nuevo a la ciudad de la eterna primavera, te miré y tuve un pensamiento casi profético, tan profético como el deja vu que sentía cada vez que tus labios se acercaban a los míos... pensé en el destino y la verdad, en la casualidad y su incertidumbre... y en lo que está escrito y lo que está por escribirse...
Hoy mi ser revivió aquella noche que quisimos regresar al lugar que nos embelesó por primera vez... donde nos sentamos a la luz de la luna con el candelabro medio encendido y el capuchino que daba apertura a las más íntimas confesiones, esta vez recordamos nuestra primera cita, y el mural de escritores dejó de ser una excusa para atreverse a besar...
Hoy no me has traído de la mano hasta mi puerta y extraño tenerte cerca... las lucecitas que alumbran el cielo de la eterna primera, no son suficientes para mí, necesito de tu luz... necesito de tus besos... de tus abrazos... necesito saber si estoy soñando o si la magia que me envuelve es real... que al despertar estarás a mi lado, con la misma pasión, locura y con el mismo amor... necesito más puntos suspensivos y que los puntos finales se extingan de esta gran historia...

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