miércoles, 28 de marzo de 2018

Siguen flotando - Alberto Hugo Saravalli

Caían pájaros desvanecidos, 

desde aviones afalconados.

Aves y pichones 

desaparecían de los árboles,

ese otoño infinito de hojas y llantos.

Un río sucio, 

abotinado, 

nido de aguas, 

recibía  porrazos.

Carnada de peces gordos, 

marejadas pardas, 

de un Plata duro, aunque blando.

La muerte volaba de noche.

Todas las noches en una.

Motores rugientes, 

bigotes y gorras, 

galones de raso.

Noche arrasada: 

violentas noches.

Era cemento también.

Zapatos grises.

Un fondo profundo, 

equivocada fosa, 

reflujo del alma, 

olas abatidas sobre playas cementadas.

Vía crucis de estaciones raras:

más de catorce, las suyas.

Muchas más.

No hubo otra redención que el agua, 

sin resurrecciones, 

tantas cruces, 

picanas coronando,

tantas violaciones…

Treinta mil historias repetidas,

treinta mil latigazos, 

tajos en sus flancos, 

vinagre de un río manchado, 

color moretón de pueblo, 

de libertad detenida.

Y son treinta mil.

Treinta mil que siguen flotando.

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