Por calles con tenue luz,
alguien casi sin aliento,
con su morado capuz,
silente al sufrimiento,
porta una pesada cruz,
la gloria a su tormento.
A pesar que su semblante,
refleja profundo dolor,
su mirada es fulgurante,
ausente de odio y rencor
que resulta confortante,
al transmitir tanto amor.
La madrugada sombría
como fiel acompañante;
al alba, un lucero lo guía,
con su resplandor brillante,
por su amarga agonía,
en su caminar sangrante.
El silencio provocaba,
solemnidad al momento
y la emoción embargaba;
todo el mundo muy atento,
al de la Cruz observaba,
en su padecer tan cruento.
El corazón compungido
por el dolor terebrante;
sentimiento compartido,
momento emocionante;
respeto por el zaherido,
en digna muerte triunfante.
Absortos lo contemplaban,
con admiración exultante,
a Él siempre le rezaban;
por su flaqueza pecante,
alguna vez se olvidaban,
dado su vivir trepidante.
Cartagena llora su pena,
en un común sentimiento;
fundida en pasión plena,
hace de la noche lamento,
de la obscuridad, luna llena,
y del Silencio, Encuentro.
Autor Pedro Raja Blázquez
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